Marshall, el amplificador más deseado
Si hay una marca mítica dentro del mundo de la música y que ha cambiado el sonido del Rock and Roll, esa es Marshall. Su sonido único la han convertido en la línea de amplificadores más emblemática del mundo.
No por nada los grandes guitar heroes de la música eligen Marshall sobre otras marcas de amplificadores. Jimi Hendrix, Slash, Gary Moore, Tom Morello y Pete Townshend, entre otros, han inmortalizado sus solos de guitarra y sus riffs en el sonido de estos equipos.
Todo comenzó en los años ‘60, en el garaje de un bateria que se ganaba la vida tocando con su banda y dando clases. Aunque antes de eso había probado suerte como cantante e incluso bailarín de claqué. Jamás imaginó que el hecho de abrir su propia tienda de música lo llevaría a ser considerado una leyenda de la música.
Camino a la gloria
El 29 de julio de 1923 nacía en Londres, Jim Marshall, la mente maestra detrás de los mejores amplificadores del mundo. Durante su niñez un serio problema oseo lo mantuvo enyesado la mayor parte del tiempo y alejado de la escuela. A la edad de 13, ya recuperado, comenzó a trabajar primero en una zapatería. Luego trabajó en una fábrica de mermeladas hasta que se abrió camino en el medio musical, primero como bailarín de claqué, después como cantante y finalmente como bateria.
Es esta profesión la que le abre el camino al éxito. Su talento como percusionista le permitió dar clases de batería en la cuales tuvo alumnos como Mitch Mitchell (Jimi Hendrix Experience) o Mickey Waller (Little Richard).
A la edad de 37 años decide abrir su tienda de música, en Hanwell, al oeste de Londres. Aquí empezó a fabricar pantallas para amplificar bajos y baterías. Según sus propias palabras, otros colegas baterias solían traer a miembros de su banda y así conoció a leyendas como Ritchie Blackmore de Deep Purple o Pete Townshend de The Who, quienes le animaron a que también se dedicara a los amplificadores para guitarra.
Cuándo el Marshall empezó a tomar forma
Jim vió que, teniendo en cuenta que los precios de los equipos importados desde los Estados Unidos eran tan elevados, podría encontrar un nicho rentable dentro del mundo de los amplificadores para guitarra.
Fue así que contrató a Dudley Craven, un joven estudiante de electrónica y juntos comenzaron a diseñar el amplificador. Jamás imaginaría hasta donde llegaría con ellos.
Así fue que tras varias pruebas usando como referente un Fender Bassman 5F6-A, tras cinco intentos fallidos, en septiembre de 1962 el Marshall JTM45 vió la luz. Este amplificador tenía la particularidad de pasar de los 30 watts en sonido limpio a 45 watts en distorsión.
El sonido gustó mucho y pronto la empresa creció hasta fabricar 20 amplificadores a la semana. Sin embargo los guitarristas le reclamaban a Jim equipos de mayor potencia.
Marshall era muy exigente con el sonido que quería lograr así que experimentó hasta dar en la tecla. Aparecieron los amplificadores de gabinete 4×12, 100 vatios, cuatro altavoces de 12 pulgadas y válvulas EL34. Éstas junto con los cabezales de la marca generaron un sonido y una distorsión tan característica que no tardó en ganar adeptos entre las estrellas del rock.
La clave del éxito
El sonido que había logrado Jim en sus equipos era único. Esto sumado a que eran más accesibles económicamente que los de la competencia, bastaron para poner a los amplificadores Marshall en la primera plana del rock. Su forma, su letra cursiva, sus colores se convirtieron en un clásico sinónimo de alta calidad.
Pero esto no es todo. El sonido Marshall es producto de sus válvulas. En épocas de transistores y alta tecnología, aún nada reemplaza al sonido que se logra gracias al uso de válvulas. Si bien, ya no son las grandes y obsoletas válvulas del pasado que consumían grandes cantidades de electricidad. Además el sistema, que le dió el apodo a Marshall de El Padre del ruido, sigue siendo, con algunas mejoras, básicamente el mismo.